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La desmitificación de la mujer

He empezado a analizar mi sensación de enamoramiento platónico hacia mujeres que demuestran cierta simpatía hacia mí.

Esta sensación, en principio es agradable, con el tiempo se va convirtiendo en una situación de estrés. La razón de esta ambigüedad es, por un lado, mi tendencia a situar a estas mujeres muy alto, como símbolos femeninos idealizados en mi inconciente, y por otro, el machismo histórico me impide desarrollar esta sensibilidad de forma creativa y que me lleva a sentimientos de angustia, de culpa.

Los símbolos femeninos de los que hablo son tres :

Símbolo de Diosa creadora.

No soy una persona creyente de ninguna religión; sin embargo, la conciencia de mi ser en el universo me hacen admirar la única prueba tangible de mi creación. Esta prueba es la mujer, mi madre, vientre cálido formador, dador de vida. Este deslumbramiento mágico generan en mí un comportamiento de humildad, de miedo ante algo superior. Situo a la mujer en un pedestal de diosa creadora.

Símbolo de Madre alimentadora.

Es en el seno de mi madre en donde he aprendido los estados emocionales de mi persona. Con ella he formado mi caracter. El alimento emocional ha provenido siempre de ese contacto formador de mi identidad, valor, amor. Mi concepto de ser se refleja en la mujer. Frente al espejo no veo nada, a través de la sonrisa de mujer soy ente viviente con valor. La mirada cruel de la mujer me desvaloriza, me pulveriza. Soy totalmente dependiente de ese alimento, droga emocional.

Símbolo erótico espiritual.

Mi creatividad se basa en la mujer, musa que inspira mis logros. Por la mujer soy capaz de las más grandes proezas. Mi espada de héroe se levanta al proteger a la musa representada por la mujer. Mi fuerza de trabajo nace de la necesidad de protegerla. Sensaciones cálidas de alegría, de felicidad surgen de la compañía de la mujer. A través de estas sensaciones emerge la fuerza espiritual existente en mí. Tanto el artista como el violador son atraidos por este poder mágico que crea o destruye con la misma fuerza. Puedo ser la persona más buena o la peor bajo la misma sensación de erotismo espiritual.

El machismo histórico transforma estas sensaciones complejas en utensilios de poder y en vendas que esconden los miedos profundos. Los símbolos femeninos encuentran refugio en la zona más profunda de mi inconciente, surge una barrera al razonamiento, se forma un puente entre las sensaciones cálidas con las reacciones violentas: la violencia masculina.

La violencia masculina puede ser la mejor cualidad porque es un sistema de defensa, la fuerza para sobrevivir, proteger. Pero también puede ser el peor defecto cuando es utilizada como una herramienta de ataque irracional, de conquista egocéntrica.

El puente funciona de la siguiente forma. Cuando las sensaciones emergen del inconciente, se deja de ver a la mujer como un ser humano común. Su imagen se confunde en una mezcla compleja de los símbolos femeninos antes descritos. La sensación agradable se transforma porque la barrera irracional impide equilibrar estas sensaciones situandolas en la reralidad. La sensación cruza el puente por encima de la razón, llega al lado oscuro de la violencia animal. La reacción lógica a estas sensaciones es tan exagerada como la imagen de los símbolos femeninos. No se trata de atacar al ser humano que es la mujer sino al demonio que representa la contraparte de la diosa. No se trata de negociar nuestro amor racionalmente sino de evitar a toda costa la pérdida del alimento emocional que representa. No es la pérdida de la mujer o del amor sino del fantasma erótico espiritual que representa.

Como se forma esta idea compleja?

La respuesta está aún en proceso de busqueda para mí, he aquí algunas pistas.

En mi experiencia con mi madre he adoptado el rol del hijo pródigo, incondicional por el amor de mi madre. No me atrevería a hacer nada que la mortificara. Mi madre es para mí lo que para un creyente es la imagen de la Virgen María o de Coatlicue, diosa de la tierra. Creo que las razones por las que he abandonado a mi madre están siempre ligadas con una nueva imagen de ídolo femenino, es decir, una mujer a la que le soy simpático por la cual dejo a mi madre en segundo lugar.

En la experiencia con mi esposa, siento que he adoptado el rol de adaptado perfecto. En general ella decide, yo me adapto. No me atrevo a contradecir un sólo deseo de ella porque lo considero como un acto de rebeldía hacia ese símbolo de diosa que podría enojarse, descargar su furia en mí. Ante todo debo guardar esa imagen de diosa buena, no puedo permitirme que se convierta en demonio maléfico. Siento el deber de permanecer siempre bueno con ella. Las razones del alejamiento con mi esposa son parecidas a las de mi madre. La sensación placentera de simpatía por parte de otra mujer, ya sea una amiga, compañera de trabajo. Puedo intentar explicar esa sensación por la misma mezcla de símbolos femeninos. Idealizo la sensación de simpatía como una nueva forma de idolatría. Esa sensación placentera se convierte en caos cuando mi yo interno entra en conflicto por jerarquizar esas imágenes. La sensación placentera de ser querido se confunde con la atración erótico espiritual, con el miedo al poder de la diosa, con el miedo a la soledad, el miedo a perder el alimento emocional.

Todos esos miedos se entrelazan con la sensación de placer y juntos cruzan el puente sobre lo racional directamente a las reacciones. Me convierto en un guerrero listo a dar todo por evitar ver de frente los miedos que he dejado en mi inconciente. En lugar de razonar, mi actitud es reaccionaria. En lo personal mi violencia es verbal, libro batallas feroces con mi esposa diosa evitando a toda costa retroceder a la zona racional porque es una zona de inseguridad para mí.

Por otro lado, la imagen de mi madre esta encapsulada en paredes de acero, veo una mujer sin defectos, sin errores, la mujer perfecta.

Este escenario crea en mi una dependencia malsana hacia las mujeres con las que me relaciono, ya sea en forma de amistad, de relación de pareja o relación con mi madre. Es una dependencia que va más allá del cariño que siento por ellas. Muchas veces no puedo ser yo mismo, debo comportarme como un actor por miedo al abandono de alguna de ellas o más bien a la imagen que representan.

Creo que la forma de librarse de esta dependencia es la desmitificación de la mujer como símbolo femenino de nuestro inconciente. La mujer debe ser vista como una persona. No se trata de luchar contra nuestras sensaciones, se trata de comprenderlas y aceptarnos como somos. Romper ese puente entre las sensaciones y reacciones. Caminar el trecho racional, analizar, entender, vencer el miedo de vernos débiles ante nuestras imágenes, dejar de ser el macho dominante, aceptar nuestras debilidades.

El camino parece difícil, surgen muchas preguntas:

Como lograr un equilibrio entre nuestras sensaciones y reacciones?

Aceptar las sensaciones de placer sin idealizarlas?

Buscar las sensaciones de placer en nostros mismos?, homofobia?

Como es la visión de nuestra madre al bajarla del pedestal?

Como es la visión de nuestra pareja al verla tal como es?

Como soportar la falta de alimento emocional?, donde buscarlo?, en nosotros mismos?

El concepto del amor?, el concepto de amistad?, el concepto de respeto?, el concepto de fidelidad?, el concepto de hombre?, el concepto de mujer?

Imagen: Virgen con niño y el pequeño San Juan Bautisita (La bella Jardinera), Rafael, 1507, Museo de Louvre

Imagen: La muerte de Sardanapale, Eugène Delacroix,siglo XIX, Museo de Louvre